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Como hemos escuchado decir muchas veces últimamente, como padres queremos dejar un mundo mejor para nuestros hijos, pero sobre todo queremos dejar unos hijos mejores para el mundo. Y qué mejor manera de trabajar con la vista puesta en ese último objetivo que fomentar en nuestros hijos el valor del reciclaje, enseñándoles la importancia del mismo y haciéndoles partícipes de una tarea vital para el futuro de nuestro planeta.

En el post de hoy queremos compartir con vosotros cuatro formas de enseñar a reciclar a vuestros hijos, cuatro modos de promover en ellos el interés por el reciclaje:

1. Separar los residuos

El papel con el papel, los plásticos con los plásticos, los vidrios con los vidrios, las pilas a su contenedor y el aceite a su propio punto de recogida. Los niños son esponjas y a determinadas edades les encanta separar, dividir, agrupar. También imitar las acciones y los comportamientos que llevan a cabo sus padres. Qué mejor forma de aprovechar esa inquietud innata que aplicándola al reciclaje en familia. Lo que se aprende y se interioriza a estas edades les va a acompañar siempre. ¿Se os ocurre un mejor legado que dejarles?

2. Reutilizar

Los objetos pueden tener muchas vidas y un utensilio que se ha estropeado y ya no puede cumplir su función principal, nos puede servir para otros menesteres. ¿O es que acaso los calcetines viejos no pueden ser la base de unas simpáticas marionetas? Enseñemos a nuestros hijos a reciclar aprovechando objetos en apariencia ya inservibles. Y esto también vale para la comida. ¿Cuánta comida tiramos cada día a la basura que a poco que nos parásemos un poco a pensar podríamos aprovechar para dar vida a nuevos platos? Reutilizar es la base del reciclaje porque no hay mejor forma de evitar la generación de residuos.

3. Ahorrar agua y energía

Ahorrar también es, en cierto modo, reciclar. Acostumbramos a dilapidar cada día miles de kilovatios de energía y cientos de litros de agua potable. Enseñemos a nuestros hijos a apagar la luz y los aparatos electrónicos cuando no los estén usando. Cerremos el grifo mientras nos enjabonamos en la ducha o fregamos los platos, por ejemplo. Los recursos, aunque lo parezca, no son infinitos (hay muchos sitios en los que el agua, por ejemplo, es un bien escaso y preciado) y tienen un coste, tanto económico como medioambiental. Contribuyamos desde nuestras casas a reducir ese coste todo lo que podamos.

4. Consumir de forma responsable

No hace falta tener una decena de zapatillas y otros tantos pantalones y camisetas (¿para qué acumular?); la fruta y la verdura mejor de proximidad y de temporada; hay que dar prioridad en nuestras decisiones de compra a las marcas que se preocupan por el bienestar del planeta y de sus trabajadores cuando fabrican sus productos. Estos y otros mensajes los podemos hacer calar en el imaginario de nuestros hijos si predicamos con el ejemplo y si les explicamos, con argumentos que pueden variar en su complejidad en función de la edad, el porqué de nuestras decisiones de compra. Hablemos, conversemos, argumentemos. Os puede parecer que no, sobre todo cuando son muy pequeños, pero los mensajes calan, gota a gota, muy hondo en ellos.